GRAJOS (primera parte), por Felipe Zapico Alonso



Me encuentro pájaros de continuo. También los persigo, los acecho y sobre todo los envidio. Busco cuervos, pero me son esquivos. Pero la fortuna me proporciona grajos, por aquí y por allá, en vuelo o en el suelo, cables o postes. Bandadas entre las choperas (donde suelen anidar) y al borde de los caminos. Grajos, brilláis y el destello del negro Fukase se me aparece a cada disparo. Por si no lo sabes todo lo que hago ya lo han hecho otros, pero yo. El discurso en lo creativo se utiliza para despistar. Yo no despisto.

Felipe Zapico Alonso. Grajos, noviembre 2021.






































Felipe Zapizo Alonso
 
 
 
 
 
Felipe Zapico Alonso
Fotografía de Julia G. Liébana
 
Me gusta indefinirme como mamífero anartista y punto. También puedo decir que no he obtenido premio alguno, aunque tampoco he perdido ninguno. Escribo porque me da la gana. Escribo porque estoy triste o contento. Escribo porque casi no sé ladrar. Escribo para conjurar los demonios, los fantasmas y las soledades. Escribo para mí. Escribo por todos los que no saben. Escribo para poder gritarlo. Escribo para susurrar. Escribo porque no puedo parar. Escribo por desobediencia, rabia e indignación. También canto, porque el que canta su mal espanta. Cada día hago más cosas con las manos, con madera, tinta, papeles. Sólo me falta encontrar un carromato y un chiflo para ir pregonándome por las aldeas. Paseo por el mundo mirando y esa mirada trato de optimizarla tirando fotos de casi todo lo que veo, todo lo que miro, lo que observo y por supuesto lo que admiro. 
 
 
 
(Fotografía de Julia G. Liébana)

Publica un comentari a l'entrada

1 Comentaris

Anònim ha dit…
Me encanta, me encanta, me encanta. Felicidades Felipe.
Cuando descubra la gente que una cámara puede ser igual que un lápíz en el lenguaje escrito, entenderá que está ante una herramienta de expresión alucinaaaaaaaaaaaaante.
Yo tb hace años que voy tras los pájaros, y en el fondo, como tú, no es por otro motivo que por lo mucho que los envidio. María Tudela